martes, 2 de diciembre de 2008

Me encanta verte pasar, pasear, creer, jurar que eres felíz.
Me gusta la idea de gérmenes compartidos boca a boca, me gusta la idea de tu mano en la de ella.
Disfruto ver esas miradas de complicidad que me provocan dejavús; disfruto con cierto asco observar esa sonrisa que costó el precio de los condones de la farmacia.
Me duele, me irrita, me provoca cierto placer que me mata, me envenena, y te llego a odiar, y te llego a amar, y todo esto en un minuto.
Me dan celos, celos que me queman, que no me dejan en paz, pero vuelvo en sí y me hago mil preguntas y vuelvo a volar y de nuevo caigo en sí.
Y finalmente me levanto, voy hacia tí, y te digo todas las palabras que se han ido por mis venas.
Te tengo cerca y me acerco más aún, y te susurro al oído.
Y me doy cuenta que no tengo porqué sentir impotencia porque finalmente, esa que camina a tu lado, en su expresión más tierna es tan sólo una cualquiera, y en su punto clímax de locura, cuando nada los separa más que el mismo cuerpo, es tan sólo la niña indefensa, mecánica y virgen aún en esta materia: no ha aprendido a amar como yo lo hice contigo.
Y es por eso que en cada cosa me recordarás, te digo; y es por eso que en cada cosa que vivas me extrañarás, te susurro.
Pero tu no sabrás qué es lo que extrañas, sentirás que falta algo. Nadie te dará empaquetada en un papel su alma como yo lo hice, nadie nunca igualará la manera en que podía entregarme con la misma pasión en un abrazo que en la cama.
Nadie te hará el amor con los ojos como yo lo hacía, ni nadie podrá verte con la piel como yo lo hacía. Nadie podrá ser tu prostituta, tu madre y tu mejor amiga sin llegar a necesitar una metamorfosis.
Y entonces en ese momento te darás cuenta que todo eso que te faltaba se quedó impregnado en mis labios cuando te quité las palabras. Pero hasta ahora te das cuenta que la persona detrás de esa boca era yo y que ya es muy tarde. Que yo no tuve la última palabra; que yo sufrí, que yo me rebajé, que yo lloré y tú no lo hiciste, pero que finalmente, a pesar de todo, el que perdió eres tú.
Y es entonces cuando algo modifica mi realidad, cuando me doy cuenta que lo que escribo tiene que tener un final. Y es cuando me doy cuenta que volví a volar y no eras tú a quien yo le susurraba, sino eran mis dedos que escribían por si solos, en este blog, en este mundo virtual, en esta falsa realidad.
Y finalmente me doy cuenta que soy cobarde y que no te tengo en frente, que aún sigues con ella y que mi valentía era solo un trance; que no te lo diré a la cara.
Entonces sigo utilizándote como fuente de inspiración para seguir escribiéndote, hablándote, mientras espero fervientemente que el momento en que tu me extrañes esté más cerca que el momento en que yo deje de sentirme herida.